jueves, 31 de enero de 2013

ALIMENTOS MODIFICADOS GENETICAMENTE, los transgénicos.

La verdadera libertad sólo se puede conseguir con información contrastada y en ese sentido internet se constituye como un arma de doble filo, si no sabemos distinguir el ruido de fondo y ,como siempre, leer entre líneas. La lectura crítica no se constituye precisamente como una novedad. Lo que sí ha constituido una novedad es su democratización con lo que ha venido a llamarse la web2.0 La administración se ha visto en la más pura necesidad de adaptarse a este cambio, lo que podemos comprobar por ejemplo en la anunciada transparencia por parte de la EFSA en temas tales como disruptores endocrinos, los aditivos alimentarios o los transgénicos.

¿A qué se debe el gran debate de los alimentos transgénicos?

Hoy en día es muy difícil encontrar un debate que no tenga un transfondo económico y en éste concretamente es evidente que se contraponen los intereses de los grandes productores que tienen la tecnología y que han querido utilizarla lo más rápidamente posible y aquellos otros, más pequeños, que no teniéndola han utilizado argumentos de todo tipo para oponerse a los mismos.

¿Qué son los transgénicos?

La OMS define a los Organismos Modificados Genéticamente (OMG), a aquellos que se ha modificado su material genético de forma artificial .Los alimentos derivados de ellos se dicen que están Modificados Genéticamente (MG), lo cual incluye muchas tecnologías diferentes, incluyéndose  por tal motivo a alimentos tan diferentes como quesos que para su fabricación se haya utilizado una levadura MG, harinas que presentan el material genéticamente desnatularizado, o aquellos vegetales, en los que sí se ha introducido material genético de especies muy distanciadas evolutivamente, lo que se denominan transgenes.

Es esta capacidad técnica que tenemos para transferir genes de forma horizontal la que ha dado lugar a lo que se denomina Ingeniería Genética Molecular, que tuvo sus inicios en los años 70 con la tecnología del DNA recombinante ,y a toda una industria biotecnológica con una proyección de futuro impresionante, pero en la que según la propia OMS, debería de primar el principio de cautela.

En el caso de los vegetales transgénicos, con la introducción de estos genes, lo que se viene buscando es conseguir una mayor producción y rentabilidad por una mayor resistencia del cultivo a enfermedades ocasionadas tanto por insectos como por virus, así como a productos químicos, como el glifosato (Roundup).

Por su especial incidencia en Europa, tienen especial interés el cultivo de la soja y del maíz transgénico. El 40% de la soja transgénica de EEUU es exportada a Europa y el gran productor es Monsanto cuya soja es resistente al herbicida que él mismo fabrica, el Roundup. En el caso del maíz transgénico, es otra multinacional la que está en el centro del debate, Novartis, la principal industria farmacéutica, que ha conseguido un maíz resistente al “taladro”, un insecto que perfora el tallo del maiz, gracias a la producción de una proteína tóxica para el insecto. En este caso el debate se centra en que junto al gen de la proteína tóxica, también se codifica la resistencia a antibióticos y aunque la posibilidad de que dicha resistencia se transfiera es posible teóricamente, en la práctica es inexistente.

El principal argumento sanitario de debate en contra de los alimentos transgénicos se basa en la posible poder alergénico en la síntesis de nuevas proteínas por parte de estos vegetales, aunque hay que tener presente que para que dicho poder alergénico se manifieste ha de llegar intacta a la mucosa intestinal y para ello deben atravesar la barrera natural que constituye la pepsina que hay en el estómago.

A estos argumentos hay que añadir los de tipo ambiental con el temor que dichas resistencias transferidas se extiendan a otros vegetales no deseados.

Con todo lo que sí parece evidente es que se deba hacer cumplir la obligatoriedad que existe para que estos productos puedan ser identificados como tales en sus etiquetas.

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