viernes, 27 de abril de 2012

ANTIOXIDANTES, también en la vejez

Si tenemos en cuenta que los primeros de la generación del “Baby Boom” están cumpliendo los 65 años, que son éstos los grandes consumidores de los servicios de salud y teniendo presente la crisis económica por la que estamos atravesando, se puede entender la importancia de resaltar aquellos aspectos que, incidiendo en sus hábitos de vida puedan mejorar su salud, tales como  la alimentación o la actividad física.

En este sector de la población se da la paradoja que lo que se consideró antes de los años 60 como una alimentación pobre que caracterizó una generación en gran medida desnutrida, la mediterránea, ahora es Patrimonio Intangible de la UNESCO y referente internacional de modelo alimentario a seguir. La desafortunada elección de la gran oferta alimentaria de la que disfrutamos hoy en día, junto con la comida rápida y la falta de ejercicio son los principales hábitos que se deben de abandonar, retomando una dieta mediterránea y otros hábitos de consumo que no le son nada ajenos.

La dieta mediterránea entendida como una “actitud” pasa por reconocer la importancia de nuestro comportamiento social ante la comida, consumir glúcidos complejos (pan, pasta, legumbres), grasas vegetales monoinsaturadas (aceite de oliva), abundante uso de pescado (pescado graso o azul) y sobre todo un alto contenido de frutas y verduras que nos va reportar los antioxidantes necesarios para reducir la prevalencia del síndrome metabólico y el riesgo vascular asociado. La fruta fresca nos reporta además fibra, minerales y vitaminas, de tal forma que hoy en día se reconoce la importancia del consumo de la fruta y la verdura para conseguir una dieta sana y equilibrada.

Aunque los efectos beneficiosos de las frutas y verduras, no se debe sólo a un compuesto, sino al efecto sinérgico de todos ellos, las últimas investigaciones se han centrado en el papel de los compuestos bioactivos, llamados fitoquímicos que contribuyen a prevenir la enfermedad y mejorar la calidad de vida de la población. Entre ellos destacan los carotenoides como el licopeno (previene el cáncer de próstata) o la luteina (previene las cataratas y otros proceso degenerativos oculares), esteroides como los fitoesteroles (previenen la absorción de colesterol), los tocoferoles, con acción antioxidante, los compuestos fenólicos, como los flavonoides, estilbenos y taninos con acción fitoestrogénica y los compuestos azufrados. La mayoría de estos compuestos tienen actividad antioxidante y por tanto son capaces de contrarrestar el estrés oxidativo de los radicales libres a los tejidos del organismo y otras biomoléculas (como el material genético y la lipoproteínas de membrana y plasmáticas) lo que desencadena el envejecimiento celular y la aparición de enfermedades cardiovasculares, cáncer, cataratas y otros desordenes neurológicos como el Alzheimer.

Los últimos hallazgos sobre las frutas que tienen un color acentuado como las bayas, las fresas o las uvas nos vienen a indicar que pueden ejercer un efecto protector sobre esta enfermedad a través de varias vías diferentes, mediante el papel protector de los antioxidantes y modificando la forma que tienen de comunicarse la neuronas entre sí, lo que modifica el efecto inflamatorio y el estrés que el mismo ejerce sobre las neuronas.

Los resultados de los últimos estudios son interesantes en el sentido que parecen indicar que la alimentación no solo puede retrasar la aparición de enfermedades como el Alzheimer sino incluso revertir sus consecuencias.

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